Las hierbas de mi abuelo.
Un verde exuberante, un
olor a tranquilidad, un ambiente que llena nuestros corazones de misterio y de
ganas de investigar las creencias populares que poseen las hierbas de mi
región. Recuerdo todas las palabras sabias que mi abuelo evocaba en la
finca, aquellas que magnificaban el verde de la montaña y la sabiduría que
durante tantos años ella le transmitió. Recuerdo el tiempo que mi abuela
dedicaba a realizar tan espectaculares platos, deliciosos y aromáticos que
procedían de los mismos conocimientos de la madre tierra.
Sábila, Zanahoria, Perejil,
Cebolla Cabezona, Hojas de Guayaba, Albahaca, Jengibre, Ajo, en fin numeroso
nombres que en mi mente se quedaron para honrar los conocimientos que estaba
adquiriendo…. A la distancia solo escuchaba a mi abuelo en el establo de la
finca pronunciar sus nombres, al mismo tiempo revolvía algunas hierbas con agua
del río en una olla negra por el tizne del horno a leña improvisado; las cuales
despedían olores y fragancias que me hacían sentir apaciguado como si estuviera
en el cielo. Recuerdo que mi abuelo en ese instante llamo a mi padre y le dijo
que extendiera el pie, el cual en días anteriores se había fracturado y la
herida no había sanado bien. Mi padre hizo caso y mi abuelo con palabras sabias
me decía (mijo: “lo más poderoso de la fé y de Dios, es que él con su
misericordia nos ha dado el don de curar con su propia creación”) en ese
instante puso el ungüento de hierbas en el pie de mi padre y vi como
milagrosamente su pie bajaba la hinchazón.
Según la historia, las
hierbas tuvieron un uso directo en la dieta de nuestros antepasados y en los
rituales religiosos de aquella época por parte de los chamanes y curanderos, mi
abuelo no era ni curandero, ni chaman pero la filosofía de las hierbas llegaban
a él por su padre, por su abuelo y así sucesivamente tres generaciones
anteriores. La conclusión que me daba mi abuelo era: “Claro está que muchos de
estos componentes naturales son ahora parte de las medicinas que normalmente
tomas en la ciudad”, pasaron muchos días y perfeccioné mis conocimientos
ancestrales heredados por mi familia, en cuanto a la mejora de la piel y la
cura de algunas dolencias con todas las hierbas que se encontraban en los
alrededores de la finca.
Mientras seguía con mi
investigación, un olor que ya conocía salía de la cocina, donde mi abuela
preparaba delicias para el almuerzo. Yo con mi deseo de conocer más y más;
entré al sitio donde todo olía y sabía a ambrosía (la comida y bebida de los
dioses). Cuando entré, lo primero que vi encima del mesón eran muchas hierbas,
tales como: Apio, Ruda, Tomate, Ajo, Laurel, Hierba Buena, en fin todos los
forrajes que mi abuelo ponía en sus distintos emplastes. Yo como hombre
curioso, entré y le pregunté a mi abuela porque se había traído Las Hierbas de mí Abuelo y ella muy
sabiamente me respondió: mijo, es para el almuerzo. Yo sorprendido le dije que
mi abuelo hacía medicina con ellas, y seguidamente me dijo que estas deliciosas
y aromáticas hierbas son la tradición de mi madre y mis abuelas, las cuales le
daban un sabor exquisito a sus guisos y platos que ahora son patrimonio gastronómico
de esta región, ¡sí, donde tu vives! Risaralda…
Adquiriendo un nuevo
conocimiento del uso de las hierbas, formé en mi mente una conclusión sensata,
¡Algunas hierbas naturales que sirven para curar, también sirven para
condimentar y darle mejor sabor a los platos que diariamente como!; le conté
esta experiencia a mis padres y la conclusión a la que había llegado. Ellos,
con experiencia en nutrición, me respondieron: las plantas son muy buenas para
el cuerpo y la mente por eso es que te damos alimentos frescos y en algunos
casos te prohibimos comer cosas de la calle, ya que algunos de los
nutrientes de estas plantas llegan a la comida chatarra, pero que no son tan
benéficos o en muchos casos son solo químicos…Con esta respuesta me motive más
y más en conocer sobre ellas.
Recuerdo que antes de
terminar mis vacaciones en la finca de mis abuelos ellos me enseñaron todo lo
que sabían y yo inmediatamente le dije a mis padres: ¡quiero estudiar
medicina!, ¡pero también quiero estudiar gastronomía!, ¡pero también quiero
conocer toda Colombia!, y mis padres me respondieron sin pensar en otra cosa…
estudia Turismo… Desde ese día y siempre que aprendía algo nuevo, ovacionaba a
mis abuelos por sus conocimientos ancestrales y a mis padres por su decisión y
apoyo incondicional y a Dios por estar siempre a mi lado. De regreso le conté a
un amigo del salón sobre mi experiencia y él como yo compartíamos igualdad de
gustos e impulsé en él las ganas de conocer lo nuestro, lo que estaba a nuestro
alrededor, las plantas y la buena mesa.
Desde ese entonces y cada
vez que teníamos una salida académica a algún pueblo o región con algún
contenido patrimonial o sin él, nos dividíamos y llegábamos de alguna manera a
las plazas de mercado y les preguntábamos a las personas que allí trabajaban
donde encontrar hierbas curativas, comprábamos una buena cantidad y entrábamos
a los restaurantes populares y con mucho respeto indagábamos ¿Con qué
condimentaban? o ¿Cómo hacen para que los platos les queden exquisitos?,
etcétera De regreso al hotel, mi compañero de grado escribía sus vivencias,
mientras yo hacia las mías, recopilábamos estas memorias, comparábamos esta
información y sacábamos conclusiones. Los fines de semana, visitábamos algunas
tribus cercanas; practicábamos con ellas sus creencias curativas y su
alimentación balanceada; correspondiéndoles con esta sabiduría,
intercambiábamos de una manera atenta nuestros conocimientos recolectados
a lo largo de toda Colombia. Cuando regresábamos a Risaralda poníamos todo esto
en práctica. Lo cual fue de agrado para las personas que consumían nuestros
productos; ahora bien, formamos un equipo de trabajo excepcional, ganándonos un
prestigio gastronómico y curativo a nivel nacional y Latinoamericano; formando
a las personas que somos hoy en día…
De esta manera nuestros
libros, nuestras consultas, entrevistas y conferencias, nos dieron un espacio
en el escalafón de los mejores Chef y Médicos Naturistas de todo Latino América
y del Mundo.
Por:
John Fredy González Mejía
Cristian David Delgado
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